18.3.12

¿Cuánta sangre más va a ser derramada en nombre de la famosa libertad? ¿Cuándo va a dejar de ser temida? Son dos preguntas que el hombre se planteó millones de veces a lo largo de la historia y ,creo, su respuesta es una sola y es directamente proporcional al grado del egoísmo humano.
Imaginemos un mundo sin fronteras, sin aduanas, sin otras restricciones que aquellas que realiza nuestro propio juicio. Confiemos por un segundo en la capacidad del hombre para dicernir entre el bien y el mal. Imaginemos un mundo sin leyes, sin dueños, sin opresores ni oprimidos, donde cada cual actúe movido por sentimientos de compañerismo, solidaridad y apoyo mutuo. Un mundo donde la solidaridad no sea sólo un mecanismo para dejar a otra persona conforme, sino que busque una igualdad de condiciones y oportunidades. Donde el consumo no sea una cultura ni haya monopolios de las fuerzas de coacción, donde las diferencias étnicas sean aceptación y respeto, y no discriminación. Un mundo donde las diversas opiniones generen debate y escucha, y no guerras, donde el rol de las escuelas sea dar un espacio para pensar y no para adiestrar. Donde la política signifique cambio, bienestar de todos y no beneficio de unos pocos. Un mundo donde la economía no sea sinónimo de explotación ni de contaminación. Donde la economía no sea violencia.
Muchos puede decir que este mundo es una utopía, pero ¿quién dice que lo utópico no puede ser real algún día?

No hay comentarios:

Publicar un comentario