23.9.14

II

Estaba soñando, pero nunca sentí tan muerta a la esperanza.
Un tren pasaba frente a mí, no sé por qué no lo tomé. Quizás me había bajado de el. Pero no, sabía que tenía que subir al que iba en esa dirección.
Todas las cosas se iban tras el tren, nada mas quedábamos el andén, el reloj, un cartel que decía “Escalada” y yo. Me toqué el bolsillo y mis sonrisas seguían ahí, bien guardadas. Las agujas del reloj se movían hacia la izquierda en una especie de cuenta regresiva y a medida que se acercaban al número doce iban perdiendo sus colores. Ay, ¡y como lloraban por verme allí! Creo que un gris me dijo que Él no iba a venir.
¿Qué era lo que esperaba sin esperanza parada en el andén?
En Remedio de Escalada solo podía haber dos respuestas: un ser mágico o un ser que hacía magia.
Las agujas del reloj se alinearon en las doce sin que ningún Él viniera a buscarme. Metí la mano en el bolsillo para sacar una sonrisa pero había un agujero y se habían caído al piso. Me apresuré a recogerlas cuando escuché el ruido del tren que se aproximaba. Desesperada, no me entraban en las manos y el tren no parecía que fuera a frenar, y no frenó.
Todas las cosas, el andén, el reloj, el cartel que decía “Escalada”, los colores derramados y la esperanza muerta se fueron  tras el tren dejándome en el vacío.

Ahora, que no había agujas que marcaran mis horas, quizás era tiempo de volver a empezar. 

VII

La primera vez que escribí la palabra magia en este cuaderno, detuve la birome sobre ella unos minutos pensando en cómo carajo iba a explicar qué es la magia si ni vos ni yo ni los dos juntos nunca pudimos hacerlo con precisión. No, no podría explicar lo que es la magia. Puedo intentar, en cambio, explicar la magia que me sucede a mí, sin atreverme a decir mi magia porque seguramente sea la de muchos otros y creo que es parecida a la que te sucede a vos, a ese intento de definición que un día me acercaste y que quizás ahora comprendo. La magia es un momento, un gesto, un segundo breve que de forma inesperada te inunda de paz el cuerpo entero.  Es importante recalcar que ocurre inesperadamente porque si lo estuvieras esperando, no sería magia. La sentís desde la punta del dedo gordo del pie hasta la coronilla. Magia era ese imán que hizo que la primera vez que te vi a lo lejos, de repente estuviéramos pegados a pesar de que me escapara. Magia fue tocar tu espalda sin querer queriendo en ese mismo recital, que meses después vos estuvieras besando la mía. Magia fue que la noche después de la noche que besaste mi espalda te encontrara en el patio, salir del baño y que estuvieras en la puerta esperándome con una sonrisa llena de soles. Magia era escaparme de la clase de Historia a recorrer los pasillos del instituto, que esos pasillos me aburrieran, decidir salir a la vereda a fumar un pucho y verte ahí, apoyado contra las rejas. Fue subir las escaleras y descubrirte en el último escalón observándome, que tuvieras una tiza en el bolsillo que habías sacado del aula de tercero, tiza que decidiste apostar en una carrera hasta la esquina que te gané y que con esa tiza dibujara una rayuela a la cual jugamos como si en vez de ser dos jóvenes estudiando para ser profesores, fuéramos dos niños de primaria. La magia con vos era siempre preguntarme donde estarías, buscarte, mirarme resignada los pies, levantar la vista y verte en la vereda de enfrente. Resumiendo, era encontrarnos casualmente, que me abrazaras, abrazarte, me despegaras los pies del piso y comenzaras a girar nuestros cuerpos.
 Todo esto se me vino a la mente con la birome apoyada sobre la palabra magia y podría haber seguido recordando de no haber sido por una voz que interrumpió el hilo de mis pensamientos. Me encontraba en el bar de enfrente del instituto, esperando a una amiga, tomando una cerveza y mirando por la ventana. Me habían llamado “pipi”. Todos mis conocidos del profesorado me apodaban así porque, gracias a que vos y yo nos llamábamos de esa manera, había adoptado la costumbre de referirme de forma cariñosa con dicho término a las personas.
En un principio me resultaba extraño que de manera espontánea me naciera decirle pipi a alguien que no fueras vos, sentía que traicionaba tu recuerdo. Pero después me di cuenta que en todos los que me rodeaban veía un pedacito de vos, y eso se podría deber a que yo estaba llena de pedacitos tuyos de los cuales estaba orgullosa y que inconscientemente reproducía y regalaba a todo aquel que estuviera dispuesto a incorporarlos.
 Tardé en darme vuelta para comprobar quién me hablaba porque el humo de mi cigarrillo me había entrado en el ojo. Podría haber sido cualquiera pero el timbre de esa voz… No podía ser, sería muy loco.
 Estabas vos, con tu cara a 15 cm de la mía, con tu aura de colores, con tus pestañas y ojos gigantes que reflejaban un alma noble. Eras vos que podrías haber aparecido 10 minutos antes o 10 minutos después, pero no: habías aparecido en el momento en que la última palabra escrita sobre el renglón era magia y la oración no estaba terminada.
 Tu aparición me cortó la respiración por un segundo, sopló cual huracán mis pensamientos y me obligó a apagar el pucho por temor a que notaras el temblor de mis manos.

 Tu aparición era lo último que necesitaba para poder poner en evidencia en estas líneas qué es la magia.